Chemsex y serofobia interiorizada

1-04-2020

Introducción

Chemsex, en palabras del propio creador del término, David Stuart[1], es el uso de cualquier combinación de drogas, incluyendo la metanfetamina cristalizada, la mefedrona (y otras catinonas) y/o los GHB/GBL, con la única finalidad de tener sexo gay. Está asociado sindémicamente a estos dramáticos cambios recientes que afectan a la experimentación del placer y al sexo gay: (1) nueva tecnología y cultura de la conexión gay online, pues no es exclusiva de la cultura de sauna, (2) el impacto que ha tenido el VIH, y (3) los cambios en las leyes y actitudes sociales hacia la homosexualidad. Chemsex, no es solo sexo gay con drogassino sexo gay con determinadas drogas en entornos donde la gente se relaciona sobre todo mediante aplicaciones online y en los que el VIH ha marcado cambios en el modo en que algunos hombres gais viven su sexualidad. Por esta razón, a lo largo de este artículo nos referiremos en todo momento al consumo de los hombres homosexuales y, aunque lo dicho aquí pueda aplicarse a otras comunidades con patrones de consumo similares, lo cierto es que el fenómeno del chemsex ha sido estudiado casi exclusivamente en hombres gais. En cuanto a las drogas que suelen considerarse chemsex, como se ha explicado antes, no son las recreativas habituales (coca, alcohol), sino otras que se vinculan a encuentros sexuales como son la metanfetamina cristalizada, la mefedrona y el GHB.

Se discute sobre la extensión del fenómeno y la prensa sensacionalista magnifica la intensidad del mismo pero, ciertamente, en la comunidad gay existe la sensación de que el chemsex es un fenómeno ubicuo (Ahmed et al., 2016) y que, casi no queda más remedio que pasar por el aro de las drogas si quieres tener sexo (Bourne et al., 2014). Sin embargo, como nos recuerdan los expertos, Los datos que tenemos es que un 5% de la población gay ha tomado algunas de estas sustancias y con este fin sexual en el último año. Este fenómeno, aunque no es un problema de salud pública a nivel global, sí afecta a un colectivo que está expuesto a un riesgo extremo. Es necesario intervenir(Caudevilla, 2016). En otras palabras, el chemsex no está tan extendido en la población gay como pudiera parecer según algunos titulares pero sí está muy concentrado en las grandes ciudades que cuentan con una comunidad gay visible (Schmidt et al., 2016) como es el caso de Madrid y Barcelona en España pero también Londres, Berlín, Amsterdam, Nueva York, Sidney, etc. donde el chemsex sí aparece con frecuencia en los contactos sexuales y repetidamente en las apps de contacto gay (que son el principal método de contacto entre chemsexeros). Así, el chemsex es un fenómeno eminentemente gay-urbano y, como nos recuerda Jorge Garrido, director de Apoyo Positivo (en Martín, 2020), es algo muy vinculado a un modelo concreto de ocio que sí puede devenir en problemático para algunos de sus participantes.

Entre esas problemáticas a las que tanto solemos referirnos, algunas ya son tan de sobra conocidas que se han convertido en lugares comunes. Entre ellas encontramos: prácticas de riesgo para el VIH (Sewell et al., 2017), efectos psicóticos, pérdida de conciencia y episodios de agresividad (Dolengevich et al., 2017). Mucho menos se ha informado acerca del origen y el impacto psicoemocional del chemsex y, por ese motivo, fue tan importante la aportación de Platteau et al., (2019) al conocimiento de las etapas por las que los consumidores de chemsex problemático atraviesan: (1) soledad y vacío; (2) búsqueda de conexión; (3) conexión sexual; (4) conexión por medio del chemsex; (5) problemas con el chemsex, y (6) impacto grave en la salud. Llegados a este punto es muy importante subrayar que, ni de lejos, todos los consumos de chemsex son problemáticos ya que, como bien señalan Coll y Fumaz (2016), A pesar de que puedan compartir ciertas características, no puede hablarse de un perfil único de consumidor. Podrían establecerse tres categorías: aquellos que consumen regularmente u ocasionalmente y que perciben que las usan de forma controlada; aquellos que lo perciben como un problema que tiene efectos deletéreos sobre su salud física, mental o vida social, y que han buscado ayuda profesional o están considerando buscarla; y finalmente aquellos que pueden tener problemas relacionados con el uso de drogas, pero no lo reconocen o no lo perciben como tal: solamente algunos chemsexeros tienen problemas con el uso sexualizado de las drogas y eso se hace especialmente visible a la hora de buscar soluciones para ese uso problemático. Es entonces cuando aparecen las mayores dificultades si el tratamiento se centra solamente en el control de los consumos. El chemsex problemático aparece más frecuentemente en gais que arrastran consigo problemas de corte social, emocional, sexual y de autoestima.

El iceberg bajo el consumo problemático

Siguiendo la definición del EMCDDA de 2013[2], se entiende por consumo problemático aquel que causa daño evidente o tiene consecuencias negativas para el usuario, ya se trate de dependencia o cualquier otro problema físico, psíquico o social, o bien aquel que conlleve probabilidad o riesgo elevados de sufrir estos daños. Además se podrían incluir las consecuencias negativas que el consumo ocasiona a terceras personas.

Se ha encontrado una serie de factores que suelen ser comunes en los chemsexeros con consumos problemáticos y que merece la pena enumerar:

  • El estigma y la discriminación por ser homosexuales (Pollard et al., 2018).
  • Desarraigo y baja autoestima erótica (Hibbert et al., 2019).
  • Gran necesidad de intimidad, baja autoestima y dificultad para gestionar problemas emocionales (Evans, 2019).

Estos problemas, como se aprecia, guardan una relación estrecha con la homofobia interiorizada (Martín, 2016) y con las dificultades para vivir su sexualidad confortablemente. Como bien resumen David Stuart: para estos hombres, no es un problema de drogas, sino un problema de sexo gay. La mejor manera de reducir los daños del chemsex es desarrollar una comprensión sólida de cómo queremos que sea nuestra vida sexual y romántica, tener algunas metas y límites en torno a ello, y tener la capacidad de concienciación y de comunicación para alcanzar estas metas y proteger esos límites. Si todos disfrutáramos de un buen bienestar sexual, nacido de un diálogo (cultural) sobre el papel que juegan el sexo y la intimidad en nuestras vidas, sería sencillo evitar los daños relacionados con el chemsex. Es importante que las clínicas de salud sexual y las organizaciones de la comunidad gay brinden servicios que vayan más allá de las simples pruebas y la prescripción de medicamentos, que también ayuden a nuestros pacientes y comunidades a desarrollar un bienestar sexual y general, incluyendo la adaptación a aquellos cambios culturales ante los que muchos tiene dificultad para adaptarse[3].

Desde la sexología recibimos una ayuda para entender el hecho anterior gracias al Dual Modelde Janssen y Bancroft (2007). Este modelo nos explica que la respuesta sexual de cualquier persona es el resultado de la interacción entre los mecanismos inhibitorios y excitatorios de la sexualidad. Si lo que nos excita supera a lo que nos inhibe, seguramente responderemos sexualmente. Si, por el contrario, lo que nos corta el rollosupera a lo que nos pondría cachondos, seguramente no seremos capaces ni de tener una erección ni de acercarnos a alguien que nos excita ni de implicarnos en ningún tipo de actividad sexual. Un ejemplo, para explicar este modelo de una forma muy simple, sería cuando la baja autoestima erótica (la poca confianza en tu atractivo y/o en tu capacidad para erotizar a otros) te hace anticipar que el sexo con alguien saldrá mal porque te mostrarás tímido e inseguro. El miedo a hacerlo mal o a no gustar actúa como un gran inhibidor de la sexualidad. Pero si tomas alguna sustancia que te suprime ese miedo, entonces no habrá obstáculos y tu respuesta sexual aflorará en toda su intensidad y con todo su goce. El chemsex, desde esta perspectiva, actuaría como un modulador que suprime la salvaje inhibición sexual que provocan el miedo al rechazo, la homofobia interiorizada, la inseguridad corporal y ese largo etcétera que ya hemos mencionado. Como nos informa Stuart (2013) sobre los datos acumulados por la ONG Antidotede Londres entre 2005 y 2013:

  • El 99% de los usuarios de metanfetamina usan la droga únicamente para facilitar el sexo.
  • El 75% de los usuarios de mefedrona están usando la droga únicamente para facilitar el sexo.
  • El 85% de los usuarios de GBL (un precursor del GHB) lo usan para facilitar el sexo.
  • El 75% de estos usuarios de drogas tienen VIH[4]

Este uso facilitador de la respuesta sexual que aparece en todas y cada una de las drogas asociadas al chemsex resulta muy comprensible gracias al Dual-Model. Otros autores han confirmado que los chemsexeros con VIH emplean las drogas como una herramienta para manejar su respuesta sexual al poder vencer sus inhibiciones una vez han consumido (Bourne et al., 2015). Ahora podemos también comprender la relación entre chemsex y la serofobia interiorizada.

2 Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (EMCDDA). http://www.emcdda.europa.eu/activities/hrdu

3 Ver referencia 1.

4 En este artículo me adhiero a las recomendaciones de CESIDA sobre el lenguaje referido al VIH y las personas que conviven con él. Para ello, emplearé preferentemente fórmulas como «persona que convive con el VIH» frente a términos como «seropositivo», por la carga de estigma que posee este último. No obstante, para no saturar el texto de perífrasis, emplearé la fórmula «VIH+» en sustitución de «personas que conviven con el VIH».

Chemsex y serofobia interiorizada

Un elemento que ha aparecido consistentemente en los estudios sobre chemsex es la presencia de serofobia interiorizada entre los chemsexeros que, a su vez, tienen VIH. Hibbert et al. (2018) revelaron que la probabilidad de que un hombre gay sea sexualmente rechazado por tener VIH es considerable y el peso de este estigma afecta a la forma en que algunos de estos hombres afrontan su sexualidad. Un hombre con serofobia interiorizada, a su vez, es un hombre que, siendo VIH+, tiene interiorizados los patrones de rechazo y estigma que su entorno muestra contra las personas con VIH. Es, en término sencillos, un hombre que o bien siente rechazo hacia sí mismo por el hecho de tener VIH o bien siente un temor extremo a que los demás lo marginen, rechacen sexualmente o incluso que lo agredan, si estos llegan a conocer su condición. Dos de las características emocionales que podemos destacar de quien tiene serofobia interiorizada es (a) un alto nivel de ansiedad y (b) poca habilidad en la gestión de sus emociones. De esta forma, alguien con serofobia interiorizada no sólo sentirá mucha ansiedad, especialmente ante la idea de que se conozca su seroestaus sino que, peor aún, tendrá muy poca capacidad para gestionar esa ansiedad y, con toda probabilidad, se le convertirá en una ansiedad inhabilitante.

La ansiedad provoca numerosos problemas sexuales: descenso de la libido, evitación, falta de erección, anorgasmia y eyaculación precoz (Bustamante, 2012) y la mayor parte de los esfuerzos terapéuticos se dirigirán a comprender qué tipo de situación provoca la ansiedad en el hombre que los está sufriendo así como en ofrecer técnicas y estrategias para vencerla. Como la serofobia interiorizada se relaciona con una alta ansiedad y el hombre que la sufre tienen una capacidad reducida para gestionar esa ansiedad, los problemas sexuales no se harán esperar. Si en el transcurso de alguno de sus encuentros sexuales se le presenta la ocasión de consumir alguna droga o si en cualquier momento de fiesta se da cuenta de que habiendo tomado determinada droga no siente ningún tipo de inhibición sexual y que puede tener sexo sin menor problema, entonces es probable que comience a percibir la droga como una manera de afrontar su inhibición y facilitar, con ello, su respuesta sexual.

A pesar de ello y como recogen Bourne et al. (2014), la mayoría de hombres consumidores de chemsex no eran felices con sus vida sexuales. Paradójicamente, los consumos actúan como facilitadores de relaciones sexuales pero, a su vez, estas relaciones sexuales no son significativas y muchos chemsexeros desearían una relación estable para tener un sexo más íntimo y conectado. Parece que todo el mundo busca la conexión emocional. Así, en aquellos hombres gais con mayores problemas emocionales y con mayores dificultades para vincularse a otros debido a la homofobia y a la serofobia interiorizada, el consumo deviene una necesidad con la que puentear esa imposibilidad de conectar con otro ser humano. Poder tener consumos lúdicos supone emplear las sustancias de un modo recreativo y, para ello, es imprescindible que no las consumamos para poder satisfacer algo tan básico como la necesidad humana de vincularnos y sentirnos aceptados y validados por los demás. Si la serofobia que hemos interiorizado nos bloquea y nos impide acercarnos a otros hombres con los que mantener no solo relaciones sexuales casuales sino también una relación afectiva o un sexo mucho más íntimo o vinculado, entonces, la serofobia interiorizada nos está alejando del uso recreativo de esas sustancias y está convirtiendo ese consumo en algo imprescindible para tener sexo y, finalmente, problemático.

Desde una perspectiva de reducción de riesgos, si queremos que los consumos no se conviertan en problemáticos, además de los correspondientes consejos sobre dosificación, vías de administración y proactividad frente a las infecciones de transmisión sexual, debemos incorporar consejos y reflexiones sobre el estado psicológico y emocional de los practicantes de chemsex. Como hemos visto, la falta de arraigo y el aislamiento social así como la homofobia interiorizada son algunos de estos vulnerabilizadores para el consumo problemático de drogas sexualizadas pero también lo son la inseguridad con el propio cuerpo, el uso que le damos al sexo o la serofobia. Si deseamos mantener nuestros consumos dentro de lo recreativo es bueno que, por tanto, nos preguntemos: ¿cuento con una buena red de amigos y familiares en los que sentirme apoyado y con los que compartir tanto momentos difíciles como felices y de ocio? ¿Realmente me siento cómodo con mi homosexualidad en todas las esferas de mi vida? ¿Qué relación tengo con mi cuerpo? ¿Me siento seguro de mi capacidad sexual? ¿Empleo el sexo para llenar ratos en los que no sé lo que hacer o realmente disfruto los encuentros sin necesidad de alargarlos artificialmente? ¿Puedo hablar de mi VIH o me siento avergonzado de convivir con el virus? Las respuestas a estas preguntas nos darán una medida de lo vulnerables que podemos ser a que nuestros consumos se conviertan en problemáticos y nos servirán para solicitar el apoyo que podamos necesitar con el objetivo de mantener los consumos dentro de lo recreativo.

En lo relativo al VIH y la serofobia interiorizada, es importante que deconstruyamos nuestros propios prejuicios contra este virus y las personas que conviven con él, especialmente si tú mismo eres una de esas personas. La sexualidad ha sido fuertemente reprimida por nuestra cultura cargándola de una potente connotación negativa. Todo sexo que se saliera del propuesto por las leyes (hasta finales del siglo XX fueron redactadas con una gran influencia de la moral católica) ha arrastrado el estigma consigo. Estigma que se ha evidenciado especialmente en el sexo homosexual. A comienzos de la epidemia de VIH, en los años 80, este estigma se redobló contra quienes se infectaban porque se les acusaba de haberse provocado una enfermedad mortal con su erróneo estilo de vida(Martín, 2016 y 2020). Este pensamiento sigue presente en sectores conservadores. Así, haber crecido en un contexto familiar o social que ha demonizado tu sexualidad, se convierte en un vulnerabilizador para el chemsex problemático en muchos hombres homosexuales. Es imprescindible una buena información sobre que todos somos vulnerables al VIH y que quien se ha infectado no es ni más descuidado ni más promiscuo que los demás. Y que si fueras más promiscuo, ¿qué? ¿Acaso es malo? Es importante que tengas muy clara la información sobre tu estatus serológico y sobre el hecho de que no serías capaz de transmitir el virus a nadie mientras tu carga viral se mantenga indetectable. Es importante que seas asertivo en la idea de que la responsabilidad siempre es compartida y que tú no tienes la menor obligación de hacerte responsable de la salud sexual de nadie ni de avisar a nadie de nada. Porque no hay nada de lo que avisar. No eres ningún peligro. Punto. Ser asertivo con tu VIH es sentir menos miedo a hablar de tu VIH. Y menos miedo significa mejor respuesta sexual. Y mejor respuesta sexual, ya lo sabes, significa menos probabilidad de que tu consumo se convierta en problemático.

Finalmente y en resumen, que los consumos se mantengan en lo lúdico dependerá de que nosotros deconstruyamos los prejuicios que hemos interiorizado a causa de la educación recibida, de que seamos capaces de reelaborar una relación saludable con nuestra sexualidad, de que nos sintamos orgulloso de ser sexuados, de que nos guste el sexo, de vivir una promiscuidad lúdica que nos haga felices a nosotros y a nuestros compañeros sexuales y de saber que lo antinatural es la represión sexual o ceñirla solamente a aquellos momentos de nuestras vidas en los que contamos con una pareja sentimental. Como te resumo en “Gay Sex”: Si no sé socializar, si necesito sustancias para desinhibirme, si tengo inseguridades con mi cuerpo o si no sé qué hacer con mi tiempo libre, por más droga que consuma, seguiré sin una buena red de amigos, seguiré teniendo inhibiciones sexuales, seguiré sintiéndome inseguro ante la idea de que alguien me vea desnudo y seguiré aburrido hasta lo insoportable cuando esté en mis horas de ocio. Si tengo amigos, disfruto de mi sexualidad, creo que mi cuerpo no está mal y tengo aficiones que me entretienen, podré darme una fiesta de vez en cuando, pero será mucho más difícil que esas fiestas se coman mi vida. No necesitaré esas fiestas. Si alguna vez las transito, será por elección, no por necesidad.

Referencias

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Bourne, A., D. Reid, F. Hickson, S. Torres Rueda y P. Weatherburn (2014), The Chemsex Study. Drug use in sexual settings among gay and bisexual men in Lambeth, Southwark and Lewisham, Londres, Sigma Research, London School of Hygiene and Tropical Medicine.

Bourne A, Reid D, Hickson F, et al. (2015). Illicit drug use in sexual settings (‘chemsex’) and HIV/STI transmission risk behaviour among gay men in South London: findings from a qualitative study. Sexually Transmitted Infections. Volume 91, pp.; 564-568.

Bustamante, J. (2012), ¿En qué piensan los hombres?, Barcelona, Planeta.

Caudevilla, F. (2016). El ChemSex, aunque no es un problema de salud pública a nivel global, afecta a un colectivo que está expuesto a un riesgo extremo. VV.AA. Monográfico de Chemsex. XX Jornadas de ChemSafe.

Coll, J. y C. R. Fumaz (2016), Drogas recreativas y sexo en hombres que tienen sexo con hombres: chemsex. Riesgos, problemas de salud asociados a su consumo, factores emocionales y estrategias de intervención. Revista de Enfermería y Emergencias, 15(2), pp.; 77-84.

Dolengevich H., Rodríguez, B., Ballesteros, J. y Molina, R. (2017). Chemsex. An emergent phenomenon. Adicciones. Volume 29 (3), pp.; 207-209.

Evans, K. (2019), The psychological roots of chemsex and how understanding the full picture can help us create meaningful support, Drugs and Alcohol Today, Vol. 19(1), pp.; 36-41.

Hibbert, M., et al. (2018) The people living with HIV stigma survey UK 2015: HIV-related sexual rejection and other experiences of stigma and discrimination among gay and heterosexual men, AIDS Care. Vol 30(9), pp.;1189-1196.

Hibbert, M.P., Brett, C.E., Porcellato, L.A. y Hope, V.D. (2019). Psychosocial and sexual characteristics associated with sexualised drug use and chemsex among men who have sex with men (MSM) in the UK. Sexually Transmitted Infections. ISSN 1368-4973.

Janssen, E. y J. Bancroft (2007), The Dual-Control model. The role of sexual inhibition y excitation in sexual arousal and behavior. En E. Janssen (ed.), The psychophysiology of sex, Bloomington, Indiana University Press.

Martín, G. J. (2016). Quiérete mucho maricón. Roca. Barcelona.

Martín, G. J. (2020). Gay Sex. Roca. Barcelona.

Platteau, T., R. Pebody, N. Dunbar, T. Lebacq y B. Collins (2019), The problematic chemsex journey. A resource for prevention and harm reduction, Drugs and Alcohol Today, 19(1), pp.; 49-54.

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Schmidt, A. J., Bourne, A., Weatherburn, P., Reid, D., Marcus, U. y Hickson, F. (2016). Illicit drug use among gay and bisexual men in 44 cities: Findings from the European MSM Internet Survey (EMIS), International Journal of Drug Policy. Volume 38, pp.; 4-12,

Sewell, J., Miltz, A., Lampe, F. C., Cambiano, V., Speakman, A, Phillips, A. N., Stuart, D, Gilson, R., Asboe, D., Nwokolo, N., Clarke, A., Collins, S., Hart, G., Elford, J. y Rodger, A. J. (2017). Poly drug use, chemsex drug use, and associations with sexual risk behaviour in HIV-negative men who have sex with men attending sexual health clinics. International Journal of Drug Policy, Volume 43, pp.; 33-43.

Stuart, D. (2013). Sexualised drug use by MSM: Background, current status and response. HIV Nursering. Volume 13, pp.; 1-5.

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